BienVenidos

4- Por fin el concierto

- ¿Has visto eso?- me preguntó Iraultza señalando al agua.

Lo que vi allí me dejó patidifusa.

- Parece que Martini tiene un poco de calor, ¿no?- dijo riéndose de lo lindo.

Y es cierto, o debía de tener bastante calor si se había quitado toda su ropa o su concurso debía de haberle pasado factura en aquellos momentos. Y cuando digo toda me refiero a TODA la ropa. Se tiró de cabeza al agua como dios le trajo al mundo. Con la poca vergüenza típica de quien le ha afectado de sobremanera el alcohol. Y como siempre para mañana su subconsciente habría borrado todo este episodio. Sería grandioso ver la cara que pondría cuando le recordase lo hecho el día de hoy, solo esperaba tener una cámara a mano para inmortalizarlo. Soy un poco traviesa.

En ese momento miré a los chicos. Creo que en esta fiesta los chicos se estaban poniendo las botas, primero el numerito de Ruth y el mío en el agua con el sinuoso bikini y ahora este espectáculo. No podrían quejarse con que la fiesta ha sido un muermo y cosas así.

- Tú, Ruth, y ¿el concierto cuando es?- le preguntó Laura apartando los ojos, un tanto incomoda por la desnudes. Estoy segura que otro gallo cantaría si fuese un chico el que estuviera en el lugar de Martini.

- Tan pronto como mi ropa este seca empezaremos- miró por encima de nuestros hombros antes de dirigirse a mí- ¿Crees que ya estarán listos, Blacky, me dará tiempo para otro porrito?

- Puede- dije encogiéndome de hombros.

Hacía calor, así que supuse que así sería.

Ya estábamos preparadas para alejarnos de nuestra pandilla, la cual hablaba sobre algún jugoso tema, cuando un sonriente Bingen se nos plantó delante obstruyéndonos el camino hacia la roca.

- ¿Qué crees que haces?- le preguntamos las dos a la vez- Quita, que tenemos que ir a por la ropa- dijo Ruth mientras intentaba apartarlo de un empujón.

- Yo que vosotras no iría hacia allí- nos avisó con una sonrisa enigmática en los labios.

Yo conocía esa sonrisa de gato de Chesey y esos ojos achinados por la excitación que lo embargaba en aquel momento. Solo podía significar que él sabía algo que nosotras no sabíamos, algo que debíamos saber, un cotillón muy prometedor a tenor de su expresión. No había nada en el mundo de lo que Bingen no se enterase, no se le escapaba ni una, ¿sería un espía secreto del gobierno? ¿Tendría enchufe entre los peces gordos y por allí todos sus recursos? Ni idea. Lo que si sabía es que si querías algo de información debías preguntárselo a él, si no lo sabía en un par de llamabas lo averiguaría ipso facto.

Y sabiendo cómo era en nada más que cinco segundos explotaría y nos contaría qué se guardaba entre manos. Cinco, cuatro, tres, dos, un…

- Digamos que Martini está un tanto ocupada con su nuevo amigote detrás de la roca en la que esta vuestra ropa- soltó sin poder contenerse por más tiempo.

- Y ese amigo es…- inquirió Jane.

- El chico que le ganó en la competición- dijo como si tal cosa, como si eso hubiera estado implícito en la frase- ¿sabíais que era cantante de un grupo también? Además es mayor que nosotros, tendrá unos veinti algo y es de la ciudad de al lado. Y parece que hacen buenas migas y lo que no son migas.

Y si mis cálculos no eran erróneos, y pocas veces lo eran, dentro de nada Maggie debía saltar con una de las suyas. Exactamente… ¡ahora!

- ¿Vamos a verlos?- nos preguntó mirándonos a los ojos con una sonrisa traviesa para incitarnos a ir.

A todos nos puso el pudor y el deseo que si alguna vez nos pasase a nosotros algo parecido no nos hicieran pasar el bochorno que supondría que todos nos pillaran en el tema al final.

Ruth y yo tuvimos olvidarnos de nuestras respectivas ropas por un tiempo, así que, ¿qué mejor modo de hacerlo que probando algún coctel o fumando mi regalillo de cumpleaños mientras hacíamos de tiempo? Dicho y hecho. No sabría decir todo lo que bebí, después de unos cuantos tragos me dejó de importar lo que ingería, tomaba todo lo que Laura o Ruth me ponían delante y así me encontraba feliz de la vida. Todos los problemas que pudiera tener se habían quedado enterrados por esa oleada de alcohol y los porritos, solo había cabida para la alegría desenfrenada.

- Chicas estoy morado- soltó de sopetón Bingen.

Todas nos quedamos impresionadas.

- Pero si no has fumado nada- le respondí al instante un poco confundida por su extraño comentario.

- Estoy morado- sonrió señalando su camiseta, que efectivamente era de color morado.

- Dios que chiste más malo- respondió Laura.

Aún así todas nos partimos el culo, es lo que tenía la maría, que te salía la risa floja a la mínima.

Estuvimos charlando sin parar un poco más hasta que vimos a una sonriente Martini acercándose hacia nosotros. Hubo unos cuantos comentarios jugosos por parte de Maggie, sino no sería ella misma, respecto a donde había estado y si lo había pasado bien. Pero para ese entonces Ruth y yo ya nos encontrábamos de camino a la roca para recuperar nuestras ropas, pues sin ropa no había concierto y sin concierto no había fiesta, y eso no era admisible.

- Es hora del espectáculo final- dijo Ruth mientras se abrochaba los pantalones.

Y aquí estaba, ante el escenario, rodeada de gente que se encontraba tan ansiosa como yo para oír a Las Topless, quienes subían en esos momentos al escenario entre aplausos, silbidos y todo tipo de piropos del tipo de: ¡Dime cómo te llamas y te pido para los Reyes! O ese otro, ¡Hay qué curvas! ¡Y yo que estoy sin frenos! O el que le oí decir a un asqueroso, ¡Niña, con ese cuerpo, yo te hacia un traje de saliva! Parecían obreros de tres al cuarto.

La gente se volvió loca al verlas y no era para menos con el aspecto que llevaban. Un top de lúrex negro que dejaba al descubierto su tripilla, unas minifaldas vaqueras con sus medias negras rotas para algunas y pantalones vaqueros rotos para otras. Y para redondear esa imagen se encontraba su alborotado cabello que les daba un aspecto salvaje, peligroso y prohibido, algo que a los chicos les encanta.

- ¿Qué tal peña?-preguntó Laida y la respuesta de los espectadores fue atronador, casi me quedé sorda- ¿Estáis preparados para la marcha?- otros gritos acompañaron a esa pregunta-¡Pues eso esperamos, porque Las Toples ya estamos aquí! ¡Demos así un gran aplauso a nuestra siempre morada guitarrista Ruth…! ¡A nuestra bajista malhumorada Laura…! ¡En el teclado la mejor coctelera de todos los tiempos Martini…! ¡y nuestro nuevo fichaje tío bueno como baterista, el primo de Ruth, Jimmy! ¡Y como no, a mí, la voz del grupo!- los aplausos no dejaron de oírse en ningún momento, en especial cuando mencionaron al tío bueno de Jimmy todas las chicas se volvieron locas. Dios, estaba como para comérselo. No había nadie que no hubiera soñado con Jimmy en algún momento de su vida.

La música comenzó a sonar y con él la voz de Laida se hizo oír con las letras de la canción “No estamos solos”. Una oscura historia sobre seres que habitan bajo el dictado de la noche, y para darle más realismo la voz de Laida se fue tornando más misteriosa y enigmática hasta que todos nos encontramos viviendo la canción.



Ha caído la noche

Mira a tu alrededor

Nada es lo que parece

En el callejón

Sombras oscuras invaden tu corazón

Miedo, temor y pánico

Se huele en el ambiente

Cuando cae la noche

Despierta del eterno sueño

Camina con sigilo

Hacia su presa

No os fieis de su aspecto

Nada es lo que parece

En el callejón

Invaden la tierra de Dios

Buscan con desenfreno

Un alma al que condenar



                                                                              ****



El concierto fue un éxito total, no era de extrañar que todos se agolparan a su alrededor en busca de firmas, muestras reconocimientos y cariño o alguna miradita por parte de ellos nada más finalizar el concierto.

No espera, ¿dónde estaba Laida? No se encontraba con los demás miembros del grupo. Ah, allí estaba, alejada de los demás, hablando con… Pestañeé repetidas veces para verificar que lo que estaba viendo era real y no imaginaciones mías. La persona que se encontraba charlando con ella era la silueta familiar que al principio de la fiesta había visto, la misma silueta que me recordaba a mis sueños, la misma silueta que me daba mala espina.

Se encontraba charlando tranquilamente con él, con la despreocupadez típica de Laida. Era incapaz de ver nada malo en la gente, ese era su gran defecto, pues a mi ese chico me transmitía vibraciones muy peculiares, como si hubiera algo oscuro en él, algo que quería hacernos daño. Y esa parte era lo que Laida nunca podía ver hasta que era demasiado tarde, así la habían dañado los chicos. Pero esta vez no, esta vez iba a intervenir a tiempo para evitar que la dañase.

Iba a dirigirme a ellos cuando alguien me regó con su calimocho y tuve que volverme para lanzarle a esa sonrisa socarrona un buen guantazo, consiguiendo borrársela de la cara de inmediato al igual que sus ganas de flirtear conmigo. Y pensar que podría caer tan bajo para estar con un bicho así… debía estar ciego si creía tener una oportunidad. A mí no me van los babosos descerebrados cebados de esteroides y así se lo hice saber.

Para cuando miré nuevamente al lugar donde la pareja había estado hablando solo encontré un vacio.

Se habían ido… eso no podía significar nada bueno, nada bueno…

1 comentarios:

Anónimo dijo...

wuaoo esta re bien esta histloria, sigue asi!!!! ya tenes una seguidora!!!!.

Publicar un comentario

Entradas populares

frases tristes