BienVenidos

8- La Cabeza de Turco

- ¿Sabes lo que me ha contado la señora Rafaela, la madre de la prima de la panadera?- mi tía soltó los típicos lazos familiares que su único fin era el de liar más aún al receptor para que no preguntase nada y asintiese como una tonta, que es lo que hice- Al parecer alguien hizo un grafiti en la puerta de la panadería, ¿y sabes por qué? Por lo visto la hija mayor se ha estado viendo de noche a todos los chicos del barrio, de allí esa sucia palabra que se leía en el grafiti- que venía siendo puta, pero ella siendo de una época en la que decir aquellas cosas era algo maléfico o tabú, y que creían que irías con Lucifer si pronunciabas esas palabras, nunca verías salir de sus labios una palabra tan fea.
Esta era la forma que tenía mi tía abuela para tranquilizarse, pues se había dado cuenta nada más verme de que algo me había sucedido tanto por mi cara como por mis magulladuras.

Nada más llegar a casa me tuve que inventar una mentira lo más convincente que pude en un segundo para enfrentarme al tercer grado al que me sometió, y creo que no me salió mal, dadas las circunstancias. Le conté que me había caído por las escaleras que había en una de las entradas del parque, de allí mis moratones. Era una historia muy creíble si tenemos en cuenta que soy la mar de patosa por naturaleza. Además, le confesé que mi mala cara era resultado de una mini discusión que tuve con una amiga por una tontería, nada importante.

Y aquí estaba yo haciendo como que estaba escuchando los chismorreos del vecindario, pues sabía que ella también necesita a alguien con la que hablar y desahogarse como cualquier otra persona. Aún así, no conseguía centrarme en esa charla, no dejaba de pensar en todas las extrañezas que no me habían dejado de ocurrir desde mi decimoctavo cumpleaños. Parecía que estuviera en medio de una conspiración mundial, en el que el lema era algo así como “démosle de golpes a la pobre de Diana”. O eso es lo que creería si esto fuera uno de los libros que leo y debiera sacar una conclusión, pero no lo era, esto es la realidad. Cosa que no es fácil de recordarlo cuando te suceden todo tipo de cosas inexplicables en un breve lapsus de tiempo.

Además mi voz interior no es que ayudaran a disipar las dudas con una respuesta lógica y racional. No paraba de repetirme, una y otra vez, que todo ello no podía ser únicamente la consecuencia del alcohol y de la maria de Ruth, y no consumo ningún tipo de droga. Nada de eso explica todo lo de demonios, sombras, secuestros… ¿Me estaría volviendo loca a fin de cuentas y todo era fruto de mi loca mente? Esa teoría, aunque no me gustara admitirlo, era muy razonable, pero si estaba loca lo sabría, ¿no?

Estaba más que confundida.

- Tía, tengo que irme, he quedado con Maggie y las otras para limpiar la lonja- una mentira garrafal, pero es que no quería saber más sobre la vida ajena, ya tenía suficiente con la mía propia-. Así que no me esperes despierta, ¿vale?

Me levanté de la silla donde me encontraba y me incliné para darle un beso en la frente a modo de saludo. Me regaló una de sus mágicas sonrisas, de esas que te dejan claro hasta qué punto eres importante para ella. Se lo devolví gustosamente, pero al mirarla nuevamente y fijarme en sus numerosas arrugas me puse a pensar en el paso del tiempo y en el final. No sabría qué hacer si la perdiese a ella también, era lo último que me quedaba en el mundo…

Esta vez, antes de salir de casa, cogí mi bolso y metí en él un espray anti violadores y una navaja multiusos, por si no me estuviera inventado todos esos episodios de violencia. Mi tía siempre me decía que más valía prevenir que curar, y eso mismo creía yo también.

Salí de casa evitando el callejón a toda costa, y por ello tomé el camino más largo. Aun así en ningún momento bajé la guardia, tenía los nervios a flor de punta, y no es de extrañar pues según mi experiencia o locura de estos últimos días había una gran probabilidad de que me esperara un nuevo ataque. Pero nada me atacó esa vez, llegué a mi meta con una asombrosa facilidad gracias a mi moto.

Aporreé la puerta hasta que Iraultza me abrió la puerta dejándome ver el caos ordenado que era nuestro querido local. Sofás “rescatados” de mudanzas (os preguntareis porque se pierden cosas en las mudanzas, ahora ya lo sabéis) o objetos legados por algún pariente que quiere deshacerse de ellas. Así habíamos construido nuestro pequeño santuario sin apenas gastar un duro en ello. Y la verdad es que nos había quedado muy bien teniendo en cuenta todo ello. No había más que ver nuestros posters de tíos buenos, nuestro estéreo con la mejor música, la televisión con TDT, el mini bar lleno hasta los topes de alcohol, el play station para los chicos, alfombra de piel, una mesita en la que se encontraba la cachimba de Ruth y cartas…

En definitiva, era el mejor lugar donde uno puedo ir cuando quiere desconectar del mundo, que era lo que yo tenía intención de hacer. Aunque debí suponer después de mi mala racha todavía no había pasado la tempestad y que los problemas no iban a quedarse fuera de la puerta, como me hubiera gustado a mí.

Cuando entré vi como todas las chicas y Bingen, como no, se encontraban cuchicheando con las cabezas juntadas creando un círculo perfecto y muy íntimo que en un primer momento me extrañó, pues normalmente, en especial si se encontraba Maggie entre medio, solían hablar a voz de grito para no tener que repetir las cosas dos veces por falta de entendimiento o algo por el estilo. Así éramos nosotros, pero aquel día había algo raro, algo fuera de lo común, pero ¿qué?

Oí el final de la frase que Laura estaba decía cuando entré.

-… deben estar destrozados, eso de no saber nada no puede ser bueno.

- ¿De qué habláis?- les pregunté sonriente incorporándome al grupito, quienes me miraban con miradas de asombro.

- No lo sabes- sentenció Laura tras mirarme fijamente a los ojos sin apenas parpadear-. Odio darte esta información, pero parece que Laida no volvió a casa después de la fiesta de la playa, no se sabe lo que ha ocurrido con ella, sus padres se preocuparon cuando vieron como ni su bicicleta ni ella habían vuelto a casa. La policía ha empezado a investigar el asunto, pero todavía no han encontrado gran cosa. Según me han dicho van a interrogar a todos los amigos, novios y familiares de Laida. A mí me han citado para mañana a la mañana, así que yo que tú, esperaría una llamada- pero había algo que no me decía, lo veía en sus ojos, sentía como había algo que la incomodaba pero que no se atrevía a formularla.

Sobrevino un incómodo silencio en la que todos tuvimos más que presente a nuestra vivaz amiga desaparecida. Pero a diferencia de los demás mi mente estaba dividida en dos partes, por una estaba la que analizaba aquel día, la de su desaparición, con meticulosos detalles en busca de algo esencial, algo que me pudiera aportar alguna luz al asunto.

Por otra parte, a la otra mitad se le había encomendado la misión de descifrar el por qué de algo extraño que estaba sucediéndome desde que puse una pierna en el local. Y es que, en esa parte de la mente, se encontraban agolpados unos sentimientos muy encontradizos y frustrantes. En las que se encontraban empezando por la tristeza pasando por la incomodidad hasta llegar a la insana sospecha. Pero lo sorprenderte de la situación no fue que sintiera tan vívidamente todos aquellos sentimientos hasta el punto de que doliera la cabeza como si una taladradora estuviera haciendo un agujero en la cabeza, si no el descubrir que esos sentimientos no me pertenecían a mi si no a mis colegas. Era como si percibiera sus sentimientos como lo hacía Phoebe la de Embrujadas. Parecía que padecía algún tipo de empatía hacia mis amigas.

Según sentí creían que yo podía saber algo más sobre la desaparición y que me lo guardaba para mí misma. Para ellos, eso explicaría con creces mi extraño comportamiento aquel día y mi ausencia del día después. Estaban asustados y furiosos por lo de lo de Laida y necesitaban una cabeza de Turco, que ¿qué mejor que una que la de la chica que se portó raro en la fiesta? Aún así, al mismo tiempo, me tenían como una amiga que era incapaz de hacer algo tan retorcido y maligno, por ello les dolía la sola idea de verme como sospechosa. Estaban confundidos. No sabían qué pensar y esa confusión llegaba a mí con una sorprendente fuerza, que me empezaba a abrumar. Querría saber como una puede desconectarse de esto, me estaban entrando unas jaquecas…

- Blacky, tú no sabrás nada sobre el tema, ¿verdad?- me preguntó Ruth con la viva esperanza de que dijera que no.

Solo tuve unos segundos para sopesar lo que podía o no contarles sin que creyeran que estaba como una regadera y al mismo tiempo crear una mentira convincente que explicara mi ausencia y todos los agujeros en la historia que iba a contar.

- La última vez que la vi, la vi en compañía de un tipo, ya sabéis que Laida es incapaz de ver nada malo en la gente. Por eso supongo que se fue con él cuando la perdí de vista cuando iba a por ella, me echaron calimocho por la cabeza y al darme la vuelta nuevamente a por ella tras darle un empujón al patoso del calimocho ya no estaba allí. Me sentía inquieta- admití-, ese chico no me gustaba ni un ápice, por eso quise saber donde estaba antes de irme. Para asegurarme que nada malo había sucedido- hasta allí todo bien, no tuve que mentir.

- ¿Y donde estuviste todo el día de ayer?- esa pregunta fue hecha por Iraultza, pues no estaba convencida del todo.

- Esto… yo… es que…- interpreté lo mejor que pude mi papel de tímida, para algo servirían las clases de teatro que pagaba mi tía, hasta me sonrojé y todo para darle más énfasis- Mierda, lo confieso, estuve con un chico. ¿Estáis contentas? Ya me lo habéis hecho decir- me crucé de brazos y miré a otra parte para parecer incómoda y al mismo tiempo desafiante, esperaba haberlo hecho bien.

El ambiente se trasformó al instante, de estar cargado de sospecha terminó estando cargadito de expectación apenas contenida. Esperaban que les ofreciera cada detalle de la velada, y al ver que yo no estaba por la labor de soltar prenda de mi supuesta vida amorosa, se dispusieron a entrar en acción.

- ¿Cómo se llama?- el primero en formular sus pensamientos fue Bingen.

- ¿Es mayor? ¿cuántos años tienes?- preguntó Martini.

- ¿Has pasado la noche con él?- fue lo que dijo Laura.

- ¿Lo habéis hecho?- y como no esta fue formulada por Maggie, la cual ya me lo esperaba.

Alcé la mano para pedir un poco de silencio para poder responder a algo, cosa que conseguí casi al instante. Debían de estar la mar de intrigados para haberse callado tan fácilmente, y eso solo me podía augurar una larga lista de preguntas y respuestas. Intenté salir de esta lo mejor que pude.

- ¿No debería de tener un abogado?- bromeé.

- Y lo tienes, soy yo - dijo Ruth sentándose a mi lado-, y a menos que quieras que utilicen métodos más drásticos te recomiendo responder- esto último me susurró en la oreja para que nadie más que yo oyera.

No me lo pensé dos veces.

- Arioch. Creo que sí. No lo sé. Sí y no- respondí rápidamente- En ese orden.

Ruth me miró con aprobación mientras le daba una calada a su porro y me lo ofrecía como premio por haberle hecho caso. Creí que con esas simples preguntas todo habría terminado, que equivocada estaba. Las siguientes horas los pasamos, ellos haciéndome preguntas y yo inventándome una mentira convincente u omitiendo parcialmente la verdad.

Intenté memorizar todo lo que decía, hacer mis respuestas los más simples posible, que fuera fácil de recordar, pues puede que la policía me preguntase sobre ello y no quería meter la pata diciendo algo incorrecto y que a continuación que creyesen que era la culpable de la desaparición.

¿Qué mentir a tus propios amigos está mal? ¿Y mucho peor a la policía? Puede que tengáis la razón, pero algunas veces hay que hacer excepciones, como esta. Además, yo necesitaba una cuartada, pues cuando la investigación se pusiera en marcha, la amiga preocupada de sobremanera y desaparecida al día siguiente sería la primera sospechosa de la policía. Y no pensaba ir a la cárcel por desaparición que no cometí.

No sé cuánto tiempo pasó antes de que la gente empezara a partir a sus respectivas casas con las sospechas mayormente disipadas según pude vislumbrar en sus sentimientos. Todavía se me hacía raro pensar en ello como algo real y no ficticio, como lo había tomado hasta entonces. Lo primero que haría al llegar a casa sería buscar información sobre lo que me estaba pasando con todo eso de la repentina empatía que poseía, no podía ser normal. Puede que hubiera pillado algún tipo de enfermedad rara que tuviera como síntoma la empatía. Era una respuesta muy lógica, aunque una parte minúscula de mi se negaba a creerlo. Puede que viendo algún capítulo de “House” sobre el tema me ayudará a disipar toda duda de mis sentimientos.

Y hablando de sentimientos, me volví hacia una Laura un poco molesta por algo que no pude descifrar, lo que si sabía era que estaba muy enfadada con alguien y que no hacía nada por irse a casa. Eso solo podía significar una cosa, había vuelto a discutir con su madre. De todos sabido era que la madre de Laura no le tenía gran aprecio a su hija, no entendía por qué, era una gran amiga, puede que fuera un poco malhumorada cosa que era comprensible con una madre así, pero una buena amiga después de todo. Es verdad que ella y otras, que venían siendo Ruth y Martini, habían pasado una temporada en un reformatorio por distintas razones: una por robar en tiendas, la otra por asuntos de compraventa de drogas y la otra por linchar de lo lindo a un grupo de chulitos que, en mi humilde opinión, se lo tenían bien merecidos. Aún así, ese no era razón suficiente para llevarse así con su hija, ella no se lo merecía, había tenido una infancia difícil, solo eso.

Me acerqué a ella y le di un abrazo.

- Un mal día con tu vieja, ¿eh? ¿qué piensas hacer?- le pregunté abrazándola aún más para mostrándole que estaba con a ella en esto.

- ¿Que qué piensa hacer?- en vez de ser la voz de Laura la que me contestó fue la de Martini la que intervino en la conversación- ¿Nos es obvio? Dormiremos en la lonja las cuatro, hay sofás para todos.

- ¿Cuatro?

- Laura, obviamente, tú, yo y Ruth- dijo señalando a nuestra compañera, la cual ya había reclamado su sofá, la más cómoda claro está.

- Esta es la mía- dijo posesivamente mientras nos sacaba la lengua, únicamente le faltaba decir lo de “es mi tesoro” para parecer un perfecto Smigol- Haber andado más deprisa, chicas.

Las tres nos miramos a los ojos durante un breve lapsus de tiempo y puedo aseguraros que vi la misma determinación que desprendían los míos propios. En un segundo todas nos encontramos sumidas en un frenesí para encontrar el mejor sitio para dormir, charlando alocadamente y bromeando con la comodidad que solo las grandes amigas poseen.

Nos encontrábamos ajenas de la presencia que al otro lado de la calle no había dejado ni un momento de escuchar cada palabra que había salido de nuestras bocas. Una presencia que sonriendo amplia y maliciosamente con sus afilados dientes volvió a fundirse con la noche al que pertenecía en busca de su señor para darle las buenas noticias.

Ella había despertado y con ella el plan debía ponerse por fin en marcha…

¡Volví!

Hace poco he llegado de vuelta a mi pueblo de mis vacaciones (las cuales fueron muy refrescantes) y como supondréis lo primero que he intentado hacer ha sido ir a por mi ordenador (no sabéis la alegría que me embargó cuando volví a reencontrarme con él después de estar tan incomunicada). Pero hasta ahora no he podido dedicar mi tiempo a la escritura por diversos motivos, vaciar la maleta, saludar a los amigos, algún que otro problema personal…

Aún así, no creáis que no dado palo al agua en este tiempo, he vuelto con nuevas ideas para la historia, nuevas personas, nuevos interrogantes… Todo eso y más os esperaran en ahora en adelante, pues la vida de Diana Hope dará un giro brusco en su vida y aunque intente con todas sus fuerzas oponerse a ello el destino siempre encuentra su camino para encontrarnos..

Así que espero que entre mañana o pasado mañana tenga preparado el siguiente capítulo.

¡Qué lo disfrutéis! ¡Y me alegro de volver a veros!

Estoy de Vacaciones


Pues eso, que me voy de vacaciones hasta el día 29 de este mismo mes (con un día de antelación para ver Eclipse por supuesto) a Cuzcurrita, un pueblo de la Rioja, España. Por ello no podré subir ningún capítulo más durante esos días, ya que me encontraré incomunicada. No hay ni un maldito ordenador!! NOOOOOOOOOOO
Espero parsármelo bien (pienso ir cargadita de libros) y volver con nuevas e inovadoras ideas para la historia (llevaré un minicuadernillo para apuntarlos todos) a mi vuelta.
Así que, nos veremos a mi llegada, espero que lo paseis bien mientras tanto (si es que podeis con la espera jejejejeje risa malvada)!!
Adios!!! XD

7- Soy Arioch

Me desperté tendida en una cama desconocida, en un cuarto desconocido, en un lugar desconocido lejos de todo lo que pudiera llamar familiar. Estaba desorientada y más que confundida, ¿cómo demonios había llegado a aquel lugar?
Entonces lo recordé todo, como si un rayo de recuerdos me atravesase y una luz sacase a flote todos los recuerdos adormilados que había en mi mente. Recordaba haber estado caminando por un callejón como siempre lo hacía. Recordaba haber visto a una mujer tendida en el suelo e intentar ayudarla. Recordaba que fue entonces cuando me cogieron y empezaron a pegarme como nunca antes me habían zurrado.

Sí, había sido presa de una emboscada para atraparme no para matarme, de eso estaba más que segura, si hubiesen albergado la intención de aniquilarme en aquellos momentos estaría muerta, pues me hubieran apuñalado en el corazón de ser así. Esa era la conclusión a la que había llegado gracias a toda la información que he ido recopilando sobre el tema en los libros. Luego la gente dirá que leer no sirve para nada, que errados están.

Y luego recordaba haber sido salvada por un chico guapo pero desagradable, que parecía que me salvaba no porque le importase lo más mínimo mi seguridad o mi vida sino por pura y llana obligación. Yo no era nadie importante para ser salvada por él, me lo había dejado claro con sus palabras y su mirada, ni mucho menos nadie con valía para ser secuestrada, de eso estaba más que convencida. Lo que yo no entendía entonces era, ¿por qué se molestaban tanto por mí cuando yo no era nadie? Estaba más confundida si cabe, no entendía nada de nada. Había algo que se me escapaba, una información vital, pero ¿qué sería la pieza que me faltaba?

Basta ya de pensar en el pasado y en rompecabezas que por ahora no podré resolver, lo importante en esos momentos era adivinar donde me encontraba y como me encontraba.

Me palpé todo el cuerpo en busca de alguna herida grave empezando por la cara hasta terminar en los pies. Mi ojo, el que recordaba que había estado hinchado a más no poder, se encontraba libre de ningún dolor por extraño que parezca. Mi brazo, el que en la pelea terminó roto o con un esguince como mínimo, aparte de una leve molestia al hacer mucha fuerza se encontraba bastante bien. Luego fue el turno de mis costillas, quienes tenían unas cuantas magulladuras, aunque nada grave. Y finalmente mis piernas, me levanté para comprobar si serían capaces de mantenerme en pie y así fue, aunque doliese un poco en la rodilla izquierda, seguramente me habría dado un buen golpe en la caída. Pero aparte de esos pequeñeces estaba bien, cosa que me extrañó en un primer momento, pero que pronto le quité la importancia achacándolo a mi imaginación, que al final el ataque no fue tan brutal como yo me había hecho creer.

Quitando esta preocupación de mi mente, me dispuse a mí alrededor.

La habitación estaba sumida en la oscuridad, pero al parecer mis ojos se habían hecho a ello durante mi inspección, pues veía tan bien como si hubiera luz natural en el cuarto. No le di importancia a ese hecho, lo que requería de toda mi concentración era encontrar mi ropa, ¡me encontraba en camisón! ¿Cómo había llegado a encontrarme así? ¿Habría sido ese chico asqueroso? Será pervertido, el muy… Cállate, me dije, olvídate de que te ha visto desnuda probablemente y concéntrate en encontrar el modo de salir de aquí.

Mi ropa lo encontré doblada meticulosamente en la sillita que se encontraba al lado de la cama en la que me encontraba momentos antes. Me vestí lo más rápido posible y me dispuse a abrir la única puerta, la cual se encontraba en la otra punta, de aquella pequeña habitación sin ventanas. Corrí hacia la salida todo lo rápido que mi pierna me permitió, ansiosa como estaba por salir. Tenía ya la mano en el picaporte cuando la puerta se abrió por sí misma, como por arte de magia o… por la mano de ese desgraciado. Mi cara de alegría por haber encontrado la salida se vio reducida a nada al verlo.

- ¿Qué creías que hacías?- me pregunto mi supuesto salvador con cansancio mientras se colocaba entre la salida y yo.

- Irme de aquí, ¿no es obvio?- le contesté malhumorada mientras le indicaba que se hiciera a un lado- Mi tía estará preocupada, debo irme.

- No, no lo estará- parecía estar muy seguro de aquella afirmación, cosa que yo no, y así se lo hice saber con una de mis muecas-. La llamé para decirle que te quedas en casa de una de tus amigas a dormir.

- Pero cómo…

- ¿Cómo la he convencido?- pero no fue su voz la que me contestó si no la mía propia- Es un pequeño truco que aprendí hace mucho tiempo, ¿no te parece fascínate?- dijo sonriendo con malicia.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, esa sonrisa no auguraba nada bueno. Miré a mi alrededor en busca de otra vía de escape o algún objeto que pudiera utilizar en contra de él. No había nada, la habitación estaba desprovista de todo lo que se precisa para ser una cómoda habitación, lo único que poseía era la cama y esa sillita. Entonces me percaté, esto era una celda y yo era su prisionera.

- Por fin te has dado cuenta de la situación, ¿no pequeña?- dijo cogiéndome de la barbilla para que lo mirase fijamente a los ojos.

- ¿Quién eres tú y qué quieres de mí?- le pregunté.

- Yo de ti nada, me pareces un desperdicio de tiempo y dinero- dijo encogiéndose de hombros-, pero me ordenaron que te protegiera a cualquier precio y eso es lo que haré. No saldrás de aquí hasta nuevo orden, ¿entendido?- esperó hasta que asintiera, como vio que no lo hacía me presionó la barbilla hasta hacer daño para que asintiera, para proseguir- Y respecto a quién soy yo… me llamo Arioch.

Me encanta leer, lo sabéis muy bien, en especial todo aquello que se refiera a vampiros, demonios y magia. Por ello, al oír aquel extraño nombre, lo primero que me vino a la cabeza fue la mención sobre un demonio vengador de ese mismo nombre en uno de mis libros de demonología. Me pareció sorprendente que alguien pudiera llamar a su hijo de aquella forma, y mi sorpresa debió notarse, pues una sonrisa afloró en su rostro por primera vez.

- Parece que mi nombre te es familiar, me alegra saberlo- dijo con sinceridad.

Me fijé que se encontraba ensimismado en sus propios recuerdos y en el deleite de que alguien reconociera su nombre. Por lo tanto no estaría atento a lo que yo hiciera. Aproveché el momento tan bien como pude, teniendo en cuenta que yo era una chica que no hacía mucho deporte y que el parecía que pasaba todo el día en el gimnasio tomando esteroides. Lo empujé con todas las fuerzas que fui capaz de echar mano para que diera un paso atrás y tener vía libre hacia la libertad, pero el plan no surgió como esperé. Sus manos aprisionaron las mías como si de esposas se trataran y me los retorció hasta que me sacó un lamento.

- Ni se te ocurra escapar nunca más- subrayó cada una de sus palabras con un nuevo retorcer de mis pobres muñecas- ¿Entendido?

Esta vez no le respondí, estaba demasiado frustrada, demasiado furiosa y demasiado golpeada para hacerlo. Me sentía como si fuera una gatita que ha sido apaleado demasiadas veces por sus amos, una gatita que estaba harta de que le alzara la mano en su contra sin parar, una gatita que pensaba mostrar sus mortíferas uñas de una vez por todas.

La ira me embargaba, no veía más allá de aquel extraño tipo con nombre de demonio, no era dueña de lo que hacía o sentía. En un momento estaba asustada y al siguiente me encontraba con una sed de sangre que desconocía que poseyera. Si yo fuera un dibujo animado estaba totalmente segura que de mis orejas hubiera salido humo a borbotones y que mis ojos se encontrarían tan rojos como las ascuas tal era la magnitud de mis sentimientos.

En algún momento de aquella pérdida de control, que era tan poco común en mi, pues yo era más de reprimir la mayoría de mis impulsos, algo oscuro y tenebroso surgió de mis pies a mi rescate y atacó a Arioch sin cuartel sin perder ni un segundo de tiempo.

Las manos de Arioch dejaron suelta a su presa, es decir a mi, me encontraba libre, para enfrentarse a su nuevo contrincante con los puños en alto dispuesto a abatirlo. Se desató una batalla encarnizada, una batalla campal en aquel reducido espacio en la que únicamente se oía el entrecortado jadeo de Arioch, pues su contrincante ni respiraba ni hablaba ni siquiera parecía que estuviera vivo. No sabría decir como lo sabía, pero así era.

Yo mientras tanto me caí al suelo sin fuerzas al no estar sujeta por las manos de él. Mi mirada estaba fija en aquellas dos figuras que se encontraban luchando a muerte por sus vidas. Arioch con una espada de aspecto antigua atacaba sin pausa a su rival con letales estocadas, ¿de dónde lo había sacado si antes no lo llevaba encima que yo supiera? ¿Necesitaría ir al oculista?, y esa oscura forma que no parecía sentir nada y que se amoldaba a cada estocada de su adversario, en un momento sus extremidades eran unas mortíferas hachas y al siguiente se habían convertido en temibles garras. Era un espectáculo sobrecogedor de ver.

En un momento específico, cuando consiguió situarse de espaldas a mí, Arioch volvió la cabeza para indicarme alguna cosa pero se quedó sin palabras por algo que vio en mí.

- Tú…- dijo pensativo, tiró el arma al suelo y se acercó a mí veloz como el viento. Me asusté. Levanté los brazos creyendo que me iba a hacer algo a mí, aburrido ya de su otro en mi opinión por su invencibilidad- Lo siento- levanté la cara sorprendida ante sus palabras, se veía que le costaba decir aquellas palabras por su gran ego-, siento si te hecho daño antes, yo solo quise protegerte.

En todo momento, esa sombra oscura no dejó de moverse hacia nosotros con la tranquilidad de quien sabe que tiene a su presa acorralada donde quería. El miedo se apoderó de mí nuevamente hasta paralizarme al pensar que aquel ente pudiera lastimarme nuevamente. No quería morir, era demasiado joven para morir, tenía mucha ida por delante como para arrebatármela de aquella forma.

- Tranquilízate- me pidió Arioch sacudiéndome los hombros con fuerzas-. Cierra los ojos y piensa en algo agradable- le miré sin entender nada-. Confía en mí por esta vez, ¿quieres?

Y así lo hice, más por la urgencia que vi en sus ojos que por nada más. Cerré con fuerza los ojos e imaginé que estaba en la playa, tomando el sol en mi alfombra azul con dibujos de estrellitas, la brisa alborotaba mis cabellos castaños. Era un día de lo más pacífico en aquel lugar ficticio de mi mente y esa paz y tranquilidad que se respiraba en el ambiente se instalaron poco a poco en mi interior erradicando de mí la ira y el miedo que antes me habían poseído por completo.

Unas manos se posaron en mis hombros, indicándome que el peligro se había ido por fin. El ente se había largado.

- Ya está- me susurró al oído.

Abrí los ojos y miré a su cara. En sus ojos brillaba una chispa de curiosidad apenas disimulada con su hosquedad habitual.

- Ahora entiendo por qué me dijo que no hiciera nada que te desagradase- dijo pensativamente.

- ¿Quién te dijo el qué?

- ¿Qué eres tú?- me preguntó con brusquedad haciendo caso omiso a mi propia pregunta.

- Soy Diana, Diana Hope, y quiero saber qué coño me has dado para tener semejantes alucinaciones- le ordené alzando la barbilla.

- No me refiero a tu nombre, niña tonta, ¿no sabes ni diferenciar una pregunta tan simple como el que te he hecho? Permíteme aclarártelo, se tu nombre, así como dónde vives y quienes te rodean, lo que no sé y quiero saber es qué eres- me aclaró con altanería.- No eres un demonio, si no ya lo habría sabido, ni tampoco un ángel, pues ellos no son capaces de invocar esa oscuridad, y mucho menos una humana, pues ellos han nacido sin la mácula de la magia. Por lo tanto, ¿se puede saber qué eres? – volvió a preguntarme.

- Estás loco- dije negando con la cabeza, pobre debía haber escapado de un manicomio o algo así para creer en eso, ¿no? ¿Por qué los demonios no existen verdad?

Me deshice de sus manos, quienes sorprendentemente no opusieron resistencia alguna, y corrí como alma llevada por el diablo hacia la salida mientras sus palabras resonaban en mi mente, sumiéndose ya a las preguntas que ya pululaban en el mi interior: ¿Qué había sucedido? ¿Estaba tomándome el pelo al hablar sobre ángeles y demonios? ¿Y qué había sido ese ser tan parecido a una siniestra sombra? ¿Había sido yo la que trajo eso aquí? Y de ser así… ¿qué era yo?

Había muchas preguntas, pero ni una respuesta lógica. La parte racional de mi mente no paraba de recordarme, con mucha insistencia, que todo el mundo sabía que los ángeles y demonios eran un bonito invento que la iglesia inventó para asustar y amedrentar a sus devotos, así era como trabajaban para que sus fieles hicieran todo que quisieran o no escaparan de sus garras. Hoy en día en cambio, se había convertido en un buen material para crear best-sellers junto con las historias sobre vampiros y licántropos. En definitiva, no eran más que el fruto de una mente acalorada, nada más.

Pero bajo toda esa charla racional se encontraba una minúscula vocecita que, aunque mi mente no había llegado a asimilar todo lo que me había ocurrido por temor, creía que era posible que sus palabras fueran ciertas. Y eso daba en qué pensar, pues si todo eso terminaba siendo real todo en lo que antes creía se vería reducido a cenizas. Todo mi mundo, todos los pilares que tan meticulosamente había erguido yo, al igual que muchas personas que no creían en los seres fantásticos, se desmoronaría ante mis ojos y no estaba preparada para ello, y él lo sabía.

- Ven cuando estés preparada para saber la verdad- apenas fue un susurró que llegué a escuchar mientras me perdía por el pasillo hacia la libertad.

Ingenua de mí creía que alejándome de él, dejando atrás ese extraño lugar me alejaría de lo que fuera que la verdad significaba. Yo no quería la verdad en aquellos momentos, me conformaba con seguir con los ojos vendados como lo había hasta entonces. Sospechaba que esa verdad no me traería más que problemas y rompederos de cabezas, no había más que ver mis últimos días para percatarte de ello. ¿No podía comprender que quería seguir como de costumbre sin saber nada?

Desgraciadamente la verdad no quiso desprenderse de mí tan fácilmente, esperaría agazapada como una serpiente, a la espera de ser descubierta para mostrar su verdadera cara y me daba a mí, con la suerte que tenía, que lo encontraría de la peor forma posible la peor cara de la verdad.

6- Atajar No Siempre Es Lo Mejor

No sé lo que iba a decir a continuación, se me había olvidado por completo.

Creo que perdí la consciencia en algún momento, pues me encontraba tirada en el suelo de cualquier manera cuando volví en mí. Debí haber bebido y fumado en demasía en la fiesta para terminar en el suelo viendo alucinaciones como que las estrellas caían desde el cielo a por mí. Pedazo blancón debió de darme.

Me levanté del suelo tambaleante, la cabeza me palpitaba y me daba vueltas como nunca antes en la vida. Creía que de un momento a otro se me iban a explotar los sesos y que no quedaría nada más que un charco de sangre y vísceras donde antes estaba mi cuerpo.

Jamás he tenido una jaqueca de tal magnitud en todos los años que llevo bebiendo a lo grande. A decir verdad, yo soy más de esas que a pesar de beber el doble que los demás nunca tienen una resaca al despertarse a la mañana siguiente a pesar de que todos los de su alrededor estén hechos una mierda. Al parecer todas las resacas de mi vida se habían congregado hoy y habían decidido pagarme factura de una vez por todas. Y no tenía ni pizca de gracia.

Necesitaba una maldita aspirina y una ducha bien fría lo antes posible, no me imaginaba como la gente pudiera aguantar esto y aún así tener ganas para más fiesta. Yo pasaba.

Con una mano en la cabeza, como si ello me ayudase a mitigar mi insoportable dolor de cabeza, fui en dirección a mi casa con la esperanza de que mi tía abuela estuviera dormida para estas horas, que viene siendo… Miré el reloj con asombro, era la una de la mañana cuando dejé la fiesta y las dos menos cuarto cuando llegue aquí, entonces… ¿cómo demonios podría ser que ahora mismo mi reloj me indicara que eran las cinco y media de la mañana?

No podría imaginarme que pudiera haber estado tanto tiempo inconsciente, yo no era así, debía haber otra explicación más razonable para esto. Una explicación que gustosamente me abría encantado poseer, pero que desgraciadamente no sabía. Lo único que sabría con certeza era que mi tía me iba a matar.

Pronto me encontré enfrente de mi casa después de sortear unos cuantos caminos y haber cogido un par de atajos. Procuré hacer el menor ruido posible al abrir la puerta y caminé de puntillas hacia mi puerta, no fuera que la despertara a deshoras de la mañana. Era una mujer de edad, y aunque odiaba admitir no tenía el brío que recuerdo que poseía cuando era pequeña y me perseguía por toda la casa, y necesitaba descansar por su frágil salud. Era lo mínimo que podía hacer por ella.

Me di una ducha rápida y me enfundé en el camisón morado de noche que utilizaba para dormir desde que hace un año atrás, fue un regalo que me hizo ella por navidades tras oírme quejarme por mi antiguo pijama anticuado. Ella era así, siempre dispuesta a complacer a su nietecita con lo que fuera.

Entré a hurtadillas en mi habitación, una pequeña pero acogedora habitación, con las zapatillas de casa en mano tras tirar a la cesta de la ropa sucia todo lo que había llevado a la fiesta. No sabéis toda la mierda que habían recogido durante y después de la fiesta en el suelo. Espero que fueran fáciles de quitar, me gustaba esa ropa.

Debo advertiros que mi habitación no es tan distinta a la de los demás adolescentes, quitando un par de detallitos. Sus paredes eran de un azul oscuro que yo misma escogí hace tres años con la ayuda de mi tía abuela Violeta, además habíamos hecho que pintaran estrellas en el techo como si del autentico cielo se tratase, me gustaba pensar que poseía u cacho del cielo ahí retenido. Esa idea siempre conseguía sacarme una sonrisita.

Nada más entrar podías observar el caos ordenado que reinaba por completo en habitación y aunque me había ordenado que lo ordenara para mí ya lo estaba. ¿No era el orden pues saber dónde estaba cada una de mis cosas cuando los necesitara? Y yo sabía hasta donde se encontraba el pintauñas negro que compre no hace mucho, bajo la cama.

Mi desecha cama doble, me gusta el tener espacio para dormir, se encontraba en el centro arropando a mi único peluche que conservaba aún. Ese oso había pasado conmigo grandes aventuras y desventuras, me traía a la mente los buenos recuerdos de mi infancia, el señor Peludo, así era como se llamaba, un oso regalado por mis padres en mi primer cumpleaños. Era un símbolo del amor que me profesaban, por ello jamás me desprendería de él, pues sería como desprenderse de su amor, de darles la espalda para siempre. Y eso no ocurriría nunca.

A la derecha de la cama se encontraba mi biblioteca particular junto con mi mesa de estudio, mi ordenador portátil y más libros si cabe, ya que no me cabían todos en las estanterías que tengo. Libros que, en su mayoría, trataban sobre vampiros, demonios, magia y cosas por el estilo cuando no eran sobre astronomía y astrología, de los cuales tengo un par de libros por allí perdidos en el tumulto.

Al otro lado de este caos de libros, papeles y bolígrafos se encontraba el armario hecho de roble, donde guardaba toda mi ropa, y el balcón, donde se encontraba mi telescopio preparado para ver las estrellas y constelaciones.

Este era mi santuario personal, donde siempre venía a relajarme.

Fui seguido hacia mi cama, sin perder el tiempo. Nada más tocar las sabanas me sumergí en un profundo sueño…

****


Los haces luz traspasaba la ventana para posarse en mi cuerpo dormido, en un intento de conseguir despertarme de mi profundo sueño. Y vaya que lo consiguieron los muy…

Salté fuera de la cama con mi mal humor matinal de siempre, lo había padecido desde que tengo uso de la razón. Mi tía siempre me decía que me parecía a un perro rabioso por las mañanas, un perro que el solo acto de hablarle le enfurecía. Aunque estaba despierta por fin y sin ese infernal dolor de cabeza que atenazaba con atentar contra mi salud la noche anterior en el parque.

Me dispuse a ducharme concienzudamente antes de ir a saludar a mi tía abuela. Era más saludable recibir una buena bronca cuando estás bien acicalada, el aspecto era muy importante en estos casos. Después de treinta minutos bajo el chorro de la ducha me fui a la cocina y lo único que encontré era… nada, estaba sola, lo único que había allí era una nota doblada pulcramente en el frigorífico con un imán con el dibujito de una paloma, que raro, siempre que estaba enfadada o quería echarme la bronca utilizaba el imán de la luna menguante. Sí, cada mensaje tenía su dibujito, esa era una de sus manías, si era una buena noticia era un sol, si era una noticia triste una lágrima, y en este caso si era para informarme una paloma. Abrí el papelito donde la letra de mi tía me decía:



Cariño, ayer debiste haber pasado realmente bien ayer y como supongo que estarás cansada no te he despertado para despedirme. Tienes un poco de comida en el frigorífico si no he vuelto aún de mi partida de mus.


Con mucho amor:


Violeta



Tras leer esta notita podría decirse que mi tía no se encontraba nada enfadada, cosa que ya suponía por el imán. Eso únicamente podía significar una cosa, que fue realmente pronto a la cama y que por ello no se percató de mi tardanza. Al parecer, al final va a parecer que sí tenía un ángel de la guarda velando por mi seguridad y el de mis tímpanos. Y es que cuando mi tía se enfadaba… miedo daba.

Pero todo esto de su ausencia en casa y su falta de enfado, quedaban en segundo plano, eclipsados por otra cosa aún más importante y vital en comparación de los otros temas, y es que… ¿ya era de tarde y yo aún me encontraba en casa? Eso era un pecado inconcebible para mí y me dispuse a remediarlo inmediatamente.

Piqué un poco de lo que mi tía me había preparado, un plato de macarrones con queso, pero tuve que dejar la gran mayoría ya que mi estómago demandó con vomitar si ingería algo más. Sería mejor hacerle caso, pues no era nada agradable tener que estar inclinada hacia un váter vomitando hasta los intestinos, mejor no jugar con la suerte. Con el solo pensamiento de vomitar se me quitaban las ganas de comer que pudiera tener en aquellos momentos.

Así que cogí mi bolso negro, las llaves (tanto de mi casa como los de mi moto), el casco negro y salí escopetada de casa, sin ganas de estar encerrada entre las cuatro paredes ni un solo minuto más del que era estrictamente necesario. Es decir lo justo para llegar hasta la puerta y salir.

Había dejado mi preciosa moto, un Honda DN-01 negra, a dos manzanas de distancia de donde se encontraba mi casa. Los demás sitios para aparcar estaban abarrotados hasta las trancas. Pero como hoy, ni nunca, no tenía la suficiente paciencia como para tomar el camino largo para montarme en mi flecha negra escogí el camino más corto. El cual consistía pasar por un largo y oscuro callejón.

Iba yo caminando por el oscuro y maloliente callejón, ¿es que nadie se molestaba siquiera en recoger la maldita basura? Esto apestaba a mil infiernos, el hedor que desprendía el ambiente sería capaz de tumbar a un gigante en un instante. Ya podrían los basureros pasar por aquí y hacer su trabajo de una vez por todas, ¿no? Al fi y al cabo para algo les pagaban.

Tanta oscuridad me daba mala espina, ¿y si aparecía de la nada un ratón y me infectaba de dios sabe qué enfermedades? Era mejor prevenir y andarse con ojo en estos lugares, mirando donde pisas a cada paso que das para no errarlo. Me encontraba así cuando miré hacia una de las esquinas oscuras del callejón y vi a alguien, parecía herido, necesitaba mi ayuda, no podía dejarlo allí a merced de cualquier mal mientras estaba en mí poder ayudarle. Me acerqué corriendo a su encuentro sin perder tiempo.

- ¿Se encuentra bien? ¿Le duele algo?- pregunté mientras palpaba su cuerpo en busca de alguna herida grave, no había ni una, aunque nunca se sabe los daños internos que puede haber- Llamaré a una ambulancia para que le ayude, ellos te ayudarán.

- Es posible, pero ¿quién te ayudará a ti?- respondió la señora, pues era una señora bien parecida la que tenía entre manos en esos momentos mirándome con una malvada sonrisa.

Al instante de que estas palabras brotaran de sus labios, unas fuertes manos de hombres me agarraron por detrás y me alejaron de ella a rastras por el cuello cabelludo. Intenté resistirme, oponer fuerza ante esa inesperada violencia, pero fue inútil. Pronto me encontré con que los golpes volaban en mi dirección y que yo, aunque lo intentara, no podía hacer nada para impedirlo.

Por segunda vez en menos de dos días me encontraba indefensa, esto había que cambiar. Si salía de este embrollo con vida juro por la memoria de mis difuntos padres que cogería alguna clase sobre autodefensa. No pensaba volver a estar así de indefensa jamás, cueste lo que cueste.

En un momento, mientras me estaban aporreando, abrí la boca para pedir auxilio, pero una patada en las costillas me dejó sin habla, no podía ni respirar. Si esto seguía así pronto perdería la consciencia, sabía tan bien eso como que mi brazo derecho estaba roto.

Luchaba sin mucha suerte por mi vida cuando la luz que llegaba desde el callejón se eclipsó con la llegada de alguien más. No lo podía ver con claridad a través de la hinchazón de mi ojo izquierdo, lo único que fui capaz de ver a través de las piernas de mis agresores y mi ahora reducida visión desde mi lugar en el suelo mohoso, fue la alta figura de una persona, con sus anchos hombros y estrecha cintura. Cerré los ojos, pues no quería ver lo que aquellos vándalos le iban a hacer a mi rescatador. Lo iban a machacar.

Al instante el callejón se sumió de gritos de furia, miedo y de dolor, y en menos tiempo de lo que te cuesta decir “abra cadabra” todo había terminado. El silencio reinó por completo a mí alrededor, un silencio que no podía significaba nada bueno. Abrí los ojos con prudencia para ver qué era lo que acababa de ocurrirle a mi salvador, en qué estado lamentable se encontraba él ahora.

Una cara se acercó al mío hasta que solo fui capaz de verlo a él. Parecía tan hermoso con su mandíbula cuadrada, sus labios en formas de arco, su nariz recta, sus preciosos ojos y cabellos tan negros como el abismo más oscuro… pero tuvo que fastidiarlo todo con sus dichosas palabras.

- Joder, qué pinta más horrorosa.

- Gracias- intenté reforzar mis palabras para que pudieran salir con el sarcasmo necesario que la situación requería, pero en vez de ello lo único que salió de mi boca fue un débil hilillo de voz, apenas perceptible. Mierda, parecía una chica endeble.

- Y más que me debes agradecer, si no fuera porque me he molestado por tu insignificante vida estarías muerta y lo estarás si no colaboras de ahora en adelante- dijo con aire de superioridad-. Así que duérmete y no me molestes más.

Quería replicarle que a mí nadie me manda y menos un desconocido engreído por mucho que me hubiera salvado. Pero en vez de eso me quedé atrapada en su mirada. Sentí que sus ojos me penetraban hasta el alma, un eterno frío se coló en mi interior, un frío que me arrebató mis últimas fuerzas y me sumió en la noche de la inconsciencia.

Pero antes de que me rindiera a la oscuridad que se disponía a cubrirme como si de una manta protectora se tratase, una vez más acerté a oír algo.

- Y pensar que él la quiere viva, no veo como puede ser tan importante alguien tan insignificante como ella…

5- Algol, la estrella del demonio

Nadando no estaba, ni tampoco detrás de la roca y menos aún con los demás.

Estuve buscando en cada agujero como una idiota durante dios sabe cuánto tiempo y nada, no había ni rastro de Laida en toda la playa. Me empezaba a preocupar seriamente por ella, una oscura premonición estaba empezando a formarse en mí, y no sabía que más hacer para encontrarla para que no se cumpliera.

- Virus, ¿has visto a Laida?- le pregunté por enésima vez.

- Joder tía, si no supiera que te gusta la carne pensaría que te has pasado al pescado- dijo Laura extrañada por mi exigencia- Tranquilízate, se habrá ido con algún tío a dar una vuelta. No te emparan oyes tía.

- Ídem amiga, estoy segura de que Laida estará haciendo caso a mi mantra, la cual es acuna matata, vive y se feliz- Ruth se sumó a Laura, aunque la primera se encontrara más morada que Bob Marley en su peor día- Tú también deberías hacerlo, la tensión no es buena…

- Vale, vale- me rendí-. Será que he bebido en demasía- Laura asintió a ello, como si ella no hubiera bebido…-, mejor será que me vaya a dar una vuelta para tomar un poco el aire. Nos vemos.

Me alejé de ellas saludándolas con la mano, no sin antes ver como Laura se dirigía hacia donde Nacho se encontraba bebiendo un bloody mary. Creo que esta chica es masoquista o algo por el estilo para insistir tanto con alguien como él. Sabía tan bien como yo que él no era bueno para ella, que lo único que le daría era dolor y sufrimiento, y que se merecía a un chico mejor. Y, hablando del rey de Roma, vi como un chico estaba mirándola con especial aprecio, ese chico era Jimmy, el primo de Ruth, el camello y baterista buenorro. No sabía que a Jimmy le gustara Laura, eso era muy interesante. Me preguntaba cuando había empezado ese sentimiento. Puede que un día de estos hablara con él sobre por qué no le abría su corazón a Laura, al fin y al cabo él estaba como un tren y Laura y él era grandes amigos, ¿sería porque le daba miedo perder su amistad? ¿O sería por los sentimientos de Laura hacia Nacho? ¿O le daría vergüenza?

Lo que sí sabía con certeza era que no eran de mi incumbencia esas cosas, yo no tengo ni voz ni boto en asuntos de corazones ajenos. Así que me guardé mi opinión para mí misma, como en estos casos siempre hacia.

La noche era preciosa aquel día, las estrellas se veían más luminosas en el manto oscuro que era la noche y la luna se encontraba en su plenitud sentada en su reluciente trono en lo alto, en el cielo, después de la retirada de su gran adversario, el sol.

Siempre me ha gustado la noche, no sé el por qué pero así era. Puede que fuera por la tranquilidad del ambiente que se respiraba o por como todo el mundo cambia a mí alrededor, a algo más mágico si cabe. Lo que si era de conocimiento público era que la noche era única.

Vacié la mente de toda preocupación, no quería que mi paranoilla me volviera loca, seguramente Laura tendría razón y se habría ido con algún chico a pasear por allí. No era raro que ella hiciera eso, lo solía hacer muchas veces, y nunca le había sucedido nada, ni tampoco le sucedería nada. Poco a poco pude desprenderme de todo el temor que acumulaba sobre el paradero de Laida, pues me mentalicé que estaría bien.

El familiar sueño volvió a encontrarme nuevamente con otra pieza del puzle nada más conseguir tranquilizarme.



Me dijo que era la hora, me situó en medio de un extraño círculo formado con símbolos arcanos y empezó a cantar aquel aterrador cántico ancestral, que según él serviría para nuestros fines (cuales eran no tengo ni la más remota idea).


Tan pronto como las palabras salieron de sus hermosos labios el mundo entero se convirtió en un infierno de sufrimiento para mí, un dolor insoportable se adueñó de cada parte y articulación de mí ser, hasta de los que no sabía que ni tenía. Era insoportable. Lo único que realmente deseaba en aquellos momentos era una muerte rápida para terminar con aquello, nada podía valer la pena tanto como para padecer aquel terrorífico dolor que me arrancaban chillidos que ningún ser humano normal sería capaz de emitir. La muerte supondría la paz para este tormento…



Tap, tap.

Unos pasos me sacaron de mi ensimismamiento.

Alguien me perseguía. Vale, se que era pronto como para precipitarme y decir aquello. Por eso, para verificar que todo ello no era más que fruto de mi gran imaginación, crucé el camino hacia la otra acera sin alterar el paso, como si todo fuese normal. Lo mismo hizo aquella persona. Aceleré el paso y así hizo él o ella también. No sabía quién o qué era y el miedo estaba empezando a hacer mella en mí, sentía como mis manos temblaban como si de gelatina se tratase y como un sudor frío me envolvía, y eso no podía consentirlo. Por lo tanto, me planté donde estaba y me giré hacia mi perseguidor, dispuesta a hacerle frente a quienquiera que me persiguiera en medio de la noche.

- ¿Quién demonios eres? ¿No tienes nada mejor que hacer que perseguirme?- la ira me ayudó a que mi voz no me temblara a causa del miedo, abría parecido una blandengue de ser así y no la chica dura que parecía indicar el tono de mi voz. Viva por mí y mi interpretación, igual debería plantearme eso de en hacer teatro en el futuro…

Quien quiera que fuera el perseguidor o perseguidora tan pronto como me volví para hacerle frente se marchó corriendo en dirección contraria, le había dado miedo. Yo, una chica de lo más corriente, una chica que tenía de peligrosa lo que Jack el Destripador de angelito, le había hecho salir despavorido a un asaltante o acaso a un violador. Nunca imaginé que viviría para ver aquello. Me sentía grande, como esas mujeres que aparecían en mis novelas, unas mujeres de armas tomar, como yo misma. Pero toda esa felicidad se vio reducida a nada cuando mi voz interior se presentó. Y es que, ¿qué hubiera pasado si no se hubiese escapado? En estos momentos estaría descuartizada en algún rincón oscuro si no fuese por el azar.

Solté un aliviado suspiro al darme cuenta de mi suerte, no sabía que hubiera estado reteniendo la respiración hasta que lo solté todo en aquel suspiro. Dios, mi cuerpo no estaba preparado para ese tipo de sustos. Mi pobre corazón aún seguía galopando como un caballo asustado, y mi cuerpo estaba a rebosar de adrenalina sin utilizar.

Todo ello me dejó débil y asustada, si hubiera sido un verdadero ataque… pero no lo era, me dijo la voz de la conciencia, y no vale la pena perder el tiempo con los “pero y si…”.

Para la próxima, me dije a mi misma, el azar me encontraría preparada, llevaría algo con algún uso útil para un enfrentamiento, como… un espray anti violadores. Sí, eso era una buena idea, mañana mismo iba a comprarlo.

Me dirigí hacia el parque para descansar y tranquilizarme antes de entrar en casa. No quería darle un susto de muerte a mi tía apareciendo con la respiración entrecortada y con cara asustada en casa. Al fin y al cabo, no había sucedido nada y yo no quería que a su edad estuviese tan preocupada, podía ser malo para su salud, y entonces sí, me quedaría sin nadie en el mundo. Era lo último que me quedaba.

Me interné por las veredas del parque, caminé por el paseo central, me deje invadir por el aroma de las flores, el verde de la hierba fresca, el canto de mil pájaros distintos que vuelan de un lado a otro posándose en las ramas de los árboles… A mí siempre me gustó, desde pequeñita, sentarme en uno de los bancos que están junto al gran estanque, y es allí donde me situé. Desde allí se podía contemplar una vista incomparable del cielo estrellado, la arboleda que hay alrededor y el paseo que desciende hasta la puerta principal.

Alcé mi mirada a las estrellas en busca de la mía propia, la estrella Algol, una de las estrellas más brillantes aunque la cantidad de luz que llega a la Tierra decrece temporalmente.

De pequeña mi tía abuela me regaló un telescopio y me enseñó los nombres y la historia de cada una de las estrellas que nos observan desde el cielo. Un día me hizo escoger la mía, pues según una creencia que dice que esa misma estrella velará por ti para siempre. Algol fue mi elección, también conocido por el nombre de la estrella endemoniada o la cabeza del demonio, porque me fascinó su peculiar comportamiento mientras que en el pasado lo temieron con toda su alma por el hecho de que la estrella pudiera variar de magnitud en ciclos de casi exactamente 68 horas y 49 minutos, pues ello sólo podía ser obra del Diablo según ellos. Paparruchas, eso no era más que un atributo que lo hacía más único y especial a mis ojos. Además, es de conocimiento público que el diablo y esas tonterías no son más que fruto de una mente acalorada.

Mi tía abuela también se sintió un tanto inquieta por la elección de su nieta, pero lo dejo pasar cuando vio que no me haría entrar en razón. Cuando algo se me entra entre ceja y ceja nunca doy mi brazo a torcer, y ella lo sabía muy bien.

Aún así, seguía sin entender la forma en que me atraía aquella estrella, era como si ejerciera en mí un extraño magnetismo que me obligaba a adorarla como lo estaba haciendo en aquel mismo momento. Es que era tan preciosa, tan única, tan…

¿Pero qué demonios sucedía aquí también?

La estrella no dejaba de crecer, se estaba agrandando a cada momento que pasaba, y eso no era posible según las leyes de la física. Pero aún así lo seguía haciendo, era como si estuviera… ¡cayendo directamente hacia a mí!

Intenté apartarme de su trayectoria, pero no me moví con la suficiente rapidez, era demasiado tarde, antes de poder moverme ya lo tenía prácticamente encima de mí. Definitivamente hoy no era en absoluto mi día de suerte. Hubiera sido mejor que me hubiese quedado en la cama en vez de salir a la calle.

Me quedé esperando al impacto fatal que tendría lugar de un momento a otro. Cerré con fuerza los ojos, pero ni aún así pude deshacerme del brillo de a estrella al acercarse.

Todo fue luz antes de que…

4- Por fin el concierto

- ¿Has visto eso?- me preguntó Iraultza señalando al agua.

Lo que vi allí me dejó patidifusa.

- Parece que Martini tiene un poco de calor, ¿no?- dijo riéndose de lo lindo.

Y es cierto, o debía de tener bastante calor si se había quitado toda su ropa o su concurso debía de haberle pasado factura en aquellos momentos. Y cuando digo toda me refiero a TODA la ropa. Se tiró de cabeza al agua como dios le trajo al mundo. Con la poca vergüenza típica de quien le ha afectado de sobremanera el alcohol. Y como siempre para mañana su subconsciente habría borrado todo este episodio. Sería grandioso ver la cara que pondría cuando le recordase lo hecho el día de hoy, solo esperaba tener una cámara a mano para inmortalizarlo. Soy un poco traviesa.

En ese momento miré a los chicos. Creo que en esta fiesta los chicos se estaban poniendo las botas, primero el numerito de Ruth y el mío en el agua con el sinuoso bikini y ahora este espectáculo. No podrían quejarse con que la fiesta ha sido un muermo y cosas así.

- Tú, Ruth, y ¿el concierto cuando es?- le preguntó Laura apartando los ojos, un tanto incomoda por la desnudes. Estoy segura que otro gallo cantaría si fuese un chico el que estuviera en el lugar de Martini.

- Tan pronto como mi ropa este seca empezaremos- miró por encima de nuestros hombros antes de dirigirse a mí- ¿Crees que ya estarán listos, Blacky, me dará tiempo para otro porrito?

- Puede- dije encogiéndome de hombros.

Hacía calor, así que supuse que así sería.

Ya estábamos preparadas para alejarnos de nuestra pandilla, la cual hablaba sobre algún jugoso tema, cuando un sonriente Bingen se nos plantó delante obstruyéndonos el camino hacia la roca.

- ¿Qué crees que haces?- le preguntamos las dos a la vez- Quita, que tenemos que ir a por la ropa- dijo Ruth mientras intentaba apartarlo de un empujón.

- Yo que vosotras no iría hacia allí- nos avisó con una sonrisa enigmática en los labios.

Yo conocía esa sonrisa de gato de Chesey y esos ojos achinados por la excitación que lo embargaba en aquel momento. Solo podía significar que él sabía algo que nosotras no sabíamos, algo que debíamos saber, un cotillón muy prometedor a tenor de su expresión. No había nada en el mundo de lo que Bingen no se enterase, no se le escapaba ni una, ¿sería un espía secreto del gobierno? ¿Tendría enchufe entre los peces gordos y por allí todos sus recursos? Ni idea. Lo que si sabía es que si querías algo de información debías preguntárselo a él, si no lo sabía en un par de llamabas lo averiguaría ipso facto.

Y sabiendo cómo era en nada más que cinco segundos explotaría y nos contaría qué se guardaba entre manos. Cinco, cuatro, tres, dos, un…

- Digamos que Martini está un tanto ocupada con su nuevo amigote detrás de la roca en la que esta vuestra ropa- soltó sin poder contenerse por más tiempo.

- Y ese amigo es…- inquirió Jane.

- El chico que le ganó en la competición- dijo como si tal cosa, como si eso hubiera estado implícito en la frase- ¿sabíais que era cantante de un grupo también? Además es mayor que nosotros, tendrá unos veinti algo y es de la ciudad de al lado. Y parece que hacen buenas migas y lo que no son migas.

Y si mis cálculos no eran erróneos, y pocas veces lo eran, dentro de nada Maggie debía saltar con una de las suyas. Exactamente… ¡ahora!

- ¿Vamos a verlos?- nos preguntó mirándonos a los ojos con una sonrisa traviesa para incitarnos a ir.

A todos nos puso el pudor y el deseo que si alguna vez nos pasase a nosotros algo parecido no nos hicieran pasar el bochorno que supondría que todos nos pillaran en el tema al final.

Ruth y yo tuvimos olvidarnos de nuestras respectivas ropas por un tiempo, así que, ¿qué mejor modo de hacerlo que probando algún coctel o fumando mi regalillo de cumpleaños mientras hacíamos de tiempo? Dicho y hecho. No sabría decir todo lo que bebí, después de unos cuantos tragos me dejó de importar lo que ingería, tomaba todo lo que Laura o Ruth me ponían delante y así me encontraba feliz de la vida. Todos los problemas que pudiera tener se habían quedado enterrados por esa oleada de alcohol y los porritos, solo había cabida para la alegría desenfrenada.

- Chicas estoy morado- soltó de sopetón Bingen.

Todas nos quedamos impresionadas.

- Pero si no has fumado nada- le respondí al instante un poco confundida por su extraño comentario.

- Estoy morado- sonrió señalando su camiseta, que efectivamente era de color morado.

- Dios que chiste más malo- respondió Laura.

Aún así todas nos partimos el culo, es lo que tenía la maría, que te salía la risa floja a la mínima.

Estuvimos charlando sin parar un poco más hasta que vimos a una sonriente Martini acercándose hacia nosotros. Hubo unos cuantos comentarios jugosos por parte de Maggie, sino no sería ella misma, respecto a donde había estado y si lo había pasado bien. Pero para ese entonces Ruth y yo ya nos encontrábamos de camino a la roca para recuperar nuestras ropas, pues sin ropa no había concierto y sin concierto no había fiesta, y eso no era admisible.

- Es hora del espectáculo final- dijo Ruth mientras se abrochaba los pantalones.

Y aquí estaba, ante el escenario, rodeada de gente que se encontraba tan ansiosa como yo para oír a Las Topless, quienes subían en esos momentos al escenario entre aplausos, silbidos y todo tipo de piropos del tipo de: ¡Dime cómo te llamas y te pido para los Reyes! O ese otro, ¡Hay qué curvas! ¡Y yo que estoy sin frenos! O el que le oí decir a un asqueroso, ¡Niña, con ese cuerpo, yo te hacia un traje de saliva! Parecían obreros de tres al cuarto.

La gente se volvió loca al verlas y no era para menos con el aspecto que llevaban. Un top de lúrex negro que dejaba al descubierto su tripilla, unas minifaldas vaqueras con sus medias negras rotas para algunas y pantalones vaqueros rotos para otras. Y para redondear esa imagen se encontraba su alborotado cabello que les daba un aspecto salvaje, peligroso y prohibido, algo que a los chicos les encanta.

- ¿Qué tal peña?-preguntó Laida y la respuesta de los espectadores fue atronador, casi me quedé sorda- ¿Estáis preparados para la marcha?- otros gritos acompañaron a esa pregunta-¡Pues eso esperamos, porque Las Toples ya estamos aquí! ¡Demos así un gran aplauso a nuestra siempre morada guitarrista Ruth…! ¡A nuestra bajista malhumorada Laura…! ¡En el teclado la mejor coctelera de todos los tiempos Martini…! ¡y nuestro nuevo fichaje tío bueno como baterista, el primo de Ruth, Jimmy! ¡Y como no, a mí, la voz del grupo!- los aplausos no dejaron de oírse en ningún momento, en especial cuando mencionaron al tío bueno de Jimmy todas las chicas se volvieron locas. Dios, estaba como para comérselo. No había nadie que no hubiera soñado con Jimmy en algún momento de su vida.

La música comenzó a sonar y con él la voz de Laida se hizo oír con las letras de la canción “No estamos solos”. Una oscura historia sobre seres que habitan bajo el dictado de la noche, y para darle más realismo la voz de Laida se fue tornando más misteriosa y enigmática hasta que todos nos encontramos viviendo la canción.



Ha caído la noche

Mira a tu alrededor

Nada es lo que parece

En el callejón

Sombras oscuras invaden tu corazón

Miedo, temor y pánico

Se huele en el ambiente

Cuando cae la noche

Despierta del eterno sueño

Camina con sigilo

Hacia su presa

No os fieis de su aspecto

Nada es lo que parece

En el callejón

Invaden la tierra de Dios

Buscan con desenfreno

Un alma al que condenar



                                                                              ****



El concierto fue un éxito total, no era de extrañar que todos se agolparan a su alrededor en busca de firmas, muestras reconocimientos y cariño o alguna miradita por parte de ellos nada más finalizar el concierto.

No espera, ¿dónde estaba Laida? No se encontraba con los demás miembros del grupo. Ah, allí estaba, alejada de los demás, hablando con… Pestañeé repetidas veces para verificar que lo que estaba viendo era real y no imaginaciones mías. La persona que se encontraba charlando con ella era la silueta familiar que al principio de la fiesta había visto, la misma silueta que me recordaba a mis sueños, la misma silueta que me daba mala espina.

Se encontraba charlando tranquilamente con él, con la despreocupadez típica de Laida. Era incapaz de ver nada malo en la gente, ese era su gran defecto, pues a mi ese chico me transmitía vibraciones muy peculiares, como si hubiera algo oscuro en él, algo que quería hacernos daño. Y esa parte era lo que Laida nunca podía ver hasta que era demasiado tarde, así la habían dañado los chicos. Pero esta vez no, esta vez iba a intervenir a tiempo para evitar que la dañase.

Iba a dirigirme a ellos cuando alguien me regó con su calimocho y tuve que volverme para lanzarle a esa sonrisa socarrona un buen guantazo, consiguiendo borrársela de la cara de inmediato al igual que sus ganas de flirtear conmigo. Y pensar que podría caer tan bajo para estar con un bicho así… debía estar ciego si creía tener una oportunidad. A mí no me van los babosos descerebrados cebados de esteroides y así se lo hice saber.

Para cuando miré nuevamente al lugar donde la pareja había estado hablando solo encontré un vacio.

Se habían ido… eso no podía significar nada bueno, nada bueno…

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