BienVenidos

11- Lo quiero saber

- No me digas que ya estás despierta- murmuró Martini mientras si tiraba la manta sobre la cabeza en un intento de reconciliar el sueño.- ¿Qué hora es?

- Lo siento- me disculpé por levantarla- Y son las diez y media. Yo me desperté a eso de las ocho de la mañana, ya sabes lo que dicen “al que madruga Dios le ayuda”.

- Y también “No por madrugar, amanece más temprano”. Además- replicó, su voz llegaba un poco ahogada bajo las mantas-, tú no crees en Dios.

- Cierto- coincidí-, pero sí que creo que un poco de limpieza no nos haría ningún mal. Por eso estoy limpiando esto antes de que mute y nos coma a nosotras.

- Friki- está vez no fue Martini quien me respondió sino Ruth- Eso le toca hacer a la vaga de Laura- me recordó y extendiendo las manos siguió.- Pásame ese trapo húmedo que tienes en la mano.

Le di lo que me pidió creyendo que me iba a echar una mano con esto de la limpieza, no que se lo iba a tirar a la cara a Laura con todas sus fuerzas haciendo que nuestra bella durmiente se levantará precipitadamente. De sus labios salieron todo tipo de improperios nada más levantarse, creo recordar que se acordó de todos nuestros antepasados y que juró que nos haría picadillos para comernos para desayunar. Es decir, se despertó como siempre, de un humor de perros.

Entre las cuatro amigas limpiamos el local en un tiempo record, evitando así que Laura debiera pagar la multa. Creo que nunca había visto ese lugar tan limpio como se nos quedó, habíamos realizado un trabajo envidiable. Lo único que nos impedía sentirnos plenamente satisfechas era el conocimiento de que para la tarde esto volvería a ser lo que era antes. Que se le iba a hacer, esa era la consecuencia de tener chicos en el local, su higiene era pésima. Pero aún así su dinero nos era necesario para hacerle frente al alquiler que debíamos de pagar todos los meses sin demora. Si no a la calle.

Y allí estábamos charlando de nuestros planes tranquilamente, creía que todo iba bien, que no se habían enterado sobre mi mano vendada hasta que Laura se percató de ello cuando le pasé la cachimba para ponerlo en su sitio.

- ¿Qué demonios te has hecho en la mano?- al instante había conseguido la atención de las tres, mierda.

- Me corté- fue lo primero que se me ocurrió-. Con el cuchillo. Antes, cuando aún estabais dormidas. Fue un accidente. Ya sabéis lo patosa que soy.

- Ah, ese sería el ruido que me despertó antes entonces- lo cierto era que el ruido que la despertó fue porque se me cayó el detergente al suelo, pero no la contrarié, gracias a Martini tenía a alguien que supuestamente estuvo presente en el momento. Bien por ella y sus conclusiones precipitadas.

Estaba segura que con ello todo estaría arreglado, pero observé que Laura no me quitaba los ojos de encima. Me volví hacia ella para sujetarle la mirada para saber lo que querían decirme tanto sus ojos como su ceño fruncido.

No aguantó mucho antes de decirme lo que le pasaba por la mente.

- ¿No estarías intentando algo raro verdad?- ahora sabía lo que era, estaba preocupada por mí, lo vi traslucir en sus palabras. Le atemorizaba pensar que me había herido a mí misma queriendo por alguna razón inexplicable. Que mona.

- No soy como tú- le contesté con una traviesa sonrisa para disiparle las dudas y picarla un poco- Yo no soy masoquista, ni me corto ni me “quemo” a mí misma- dije dándole especial interés a la palabra quemar.

- ¡Eh!- me dio un pequeño golpe en el hombro- Eso fue una vez y porque estaba como una cuba.

La seguimos burlando durante un poco más, no sabéis lo bien que se pasaba haciendo eso, las risas que nos echábamos. Y es que ella es como una niña pequeña en ese aspecto, se pica con mucha facilidad, y siempre termina por hacer pucheros o, y esto último pasaba la mayoría de las veces, pegándonos e insultándonos. Y luego se quejaba porque la llamamos sin razón violenta.

- Me voy- les anuncié después de un rato-. Tengo que irme a casa con mi tía, que si no me mata. Nos vemos.

Era cierto que me iría a casa, no mentía, aunque tampoco decía toda la verdad, ya que tenía intención de dar un paseo para aclarar las ideas. Lo que me sucedía tenía dos explicaciones, que o bien se me estaba fastidiando la vista pues veía cosas raras desde que me desperté o bien el cambio de que hablaba ese tío había concluido. Y, aunque me duela admitirlo, la segunda teoría iba cobrando fuerzas poco a poco viendo lo visto.

Cuando me desperté a la mañana observé que, misteriosamente, mi sombra se había fugado de su sitio como el de Peter Pan, aunque a diferencia del de él, este había dejado una extraña niebla oscura rodeando mis pies como si de una gata mimosa se tratara. Intenté cogerlo, tocarlo, averiguar qué era y qué hacía allí, pero me fue imposible, puesto que mi mano lo traspasaba de lado en lado siempre que lo intentaba. Y cuando vi que mis amigas se despertaron estaba segura de que repararían en ello y que dirían algo así como: ¿Qué demonios eres? O, el clásico, ¡Eres un monstruo aléjate de mí! O eso es lo que yo hubiera dicho e su lugar, pero no, no dijeron nada al respecto. Era como si no pudieran verlo, era como si para ellas mi sombra siguiese en su lugar y no suplantada por la niebla, era como si algo les impidiera ver la verdad.

Y eso no era todo. Para redondear aún más ese día, no es solo que sintiera sus emociones como los míos propios, si no que veía una especie de aura, a falta de término mejor, que las envolvían por completo como si de una manta protectora se tratase. El de Ruth era de color amarillo, azul el de Martini y de color rojo pasión de Laura. Pensaba releer el libro de Eternidad para saber lo que cada uno quería decir nada más llegar a casa.

Pero el verdadero choque fue cuando puse una pierna en la calle y pude observar el pueblo en el que nací y crecí, el pueblo que creía conocer como la palma de mi mano. Debía plantearme seriamente eso de volver mirar mi palma cuando tuviese tiempo, pues todo había cambiado de la noche a la mañana, nada era lo que fue tal como ratificó el desconocido.

La gente andaba, charlaba o simplemente estaba sin percatarse del mundo que los rodeaba y que yo ahora atinaba a ver por primera vez. Lo que una vez tomé por material de ficción se veía tan real ante mis ojos a día de hoy. Los libros se quedaban cortos a la hora de describir el mundo. Y es que veía espectros errando sin rumbo fijo por la calle traspasando a través de la gente y creándoles escalofríos o anclados a alguna persona de su vida pasada pues tendrían alguna cuenta pendiente que saldar. Pequeñas y brillantes pixies revoloteaban alrededor de una pequeña niña que lloraba para subirle el ánimo. Llegué a ver como un pequeño trasgo le robaba las llaves a un chaval un tanto despistado y tirarlo al suelo entre risitas. Y miles de seres de ese estilo correteaban entre nosotros sin percatarnos.

¿Estaría volviéndome loca para ver estos seres fantásticos? Necesitaba saberlo, necesitaba saber la verdad con desesperación a favor de mi salud mental. Si esto seguía así me enloquecería a menos que ya estuviese, cosa que no lo descartaba aún. ¿Pero a quien le podría preguntar sobre la verd…? Mientras me hacía esa pregunta supe el nombre de la única persona que podría echar luz a mi vida.

No perdí tiempo pensando en si era o no lógico ir a donde él, no tenía otra opción.

Corrí como alma llevaba por el diablo hacía a la fábrica abandonada que se encontraba en las afueras del pueblo. En ningún momento se me pasó que mi velocidad era superior que la última vez que corrí, era casi antinatural y todo. Pero por extraño que parezca ninguna persona se dio cuenta de ello, lo cierto era que no se dieron cuenta ni de mi presencia, era como si fuera invisible. Puede que no fuera visible para las personas normales, pero sí que lo era para esos seres mitológicos, quienes no me quitaban ojo de encima. Los oía susurrar entre sí.

- Debe ser ella- dijo un hada pensativa.

- Es tal y como me la imaginaba- le contestó un elfo con un brillo de pasión en los ojos.

¿De qué demonios hablaban? ¿Estaban refiriéndose a mí? Y de ser así, ¿de qué me conocían? Aparte esos pensamientos rápidamente, ya tendría tiempo para analizarlos al llegar a él.

Llegué a mi meta en un tiempo record, lo que antes me habría costado un cuarto de hora lo recorrí en apenas cinco minutos. Abrí la puerta de un portazo creando un eco que recorrió todo el edificio, si aún no sabía sobre mi llegada, acababa de descubrirle. Al instante de cerrar la puerta con tanta fuerza como antes y darme la vuelta para seguir caminando me choqué con alguien.

- ¿Tenías que hacer eso?- dijo con fastidio- Estaba meditando tranquilamente cuando entraste de esa form…

- Cállate- le ordené-. Quiero respuestas.

- Así que ahora te arrastras en rodillas a mis pies suplicando entre sollozos que te cuente la verdad por la bondad de mi inexistente corazón, ¿no es así?- se le dibujó una sonrisa socarrona en los labios, que gustosamente le abría borrado de un guantazo, que asco me daba cuando se ponía en ese plan- Lo sabía- se rió.

- Me lo contarás o qué- espeté cruzándome de brazos.

Me dirigió una mirada de arriba abajo, como midiendo con cuanta intensidad necesidad necesitaba las respuestas que le pedía. Abrió los ojos asombrado, borrándosele la dichosa sonrisita de la cara de un plumazo. No sé por qué fue, pero todo aquel que le bajase los humos era bienvenido.

Sin pedirme ningún tipo de permiso cogió mi mano derecha con las suyas y desgarró de improviso mi improvisada venda, dejando al descubierto mi nuevo tatuaje. Intenté desprenderme de su agarré, pero no pude.

- Interesante- dijo pensativamente mientras con el pulgar repasaba el tatuaje, olvidado ya su comportamiento desagradable me miró a los ojos-. Por lo que veo, has sido marca recientemente para acelerar el cambio, que ya se estaba produciendo en ti cuando te vi, y al mismo tiempo para protegerte de los que albergan malas intenciones hacia tu persona. Y según parece, esa persona está en mi mismo bando o mejor dicho el de mi superior, pues no se ha opuesto a mí cuando te he cogido de la mano. ¿La cuestión ahora es saber quién ha creado este conjuro? ¿Quién más podría querer viva a alguien como tú? Es decir, ¿a quién le puede importar un ser que ni siquiera sabe invocar un simple círculo con el poder de su mente?

- Gracias, yo también te aprecio mucho- aunque mis palabras eran más cortantes que una espada me ignoró como si no estuviera allí ante él con cara de pocos amigos.

- Me pregunto si ella podría ayudarme a averiguarlo con alguno de sus trucos. Al fin y al cabo me lo debe…

Este monólogo me estaba aburriendo, era como si se hubiera olvidado de mi presencia, estaba ensimismado en sus conjeturas que ni se molestaba en explicarme. Por lo tanto, como no me prestaba ni la mínima atención, sino que estaba reflexionando solo, desconecté completamente. Me mantuve en silencio, esperaba que en algún momento de su charla se percatara que me encontraba aquí y me explicara algo de todo esto. Entre tanto empecé a sacar mis propias conclusiones, pero no sobre el tatuaje, sino sobre Oscuros, no podía entender como la protagonista podía sentirse atraída por alguien tan borde como él, siempre la trataba tan mal y aún así…

Me di cuenta que me estaba taladrando con la mirada.

- ¿Qué decías?

Suspiró mientras negaba con la cabeza con cansancio.

- Te decía, muchacha insolente, que no hagas muchos planes para mañana, tenemos que ver a alguien para ver ese tatuaje tuyo- me contestó.- Mañana a las seis de la tarde estate en frente de tu casa, iré a buscarte para llevarte a nuestra meta. Y no pienses en darme plantón o lo lamentaras.

- Todo eso está realmente bien, de veras, pero ¿puedes explicarme lo que está sucediendo aquí? No entiendo nada. No estaré volviéndome loca, ¿verdad?

- ¿Loca? ¿por qué los humanos siempre piensan que están locos cuando ven algo que no pueden explicar? Es una de las cosas que realmente odio de los humanos o los recién iniciados. Escúchame bien, niña tonta, y ni se te ocurra interrumpirme- me advirtió-. No estoy seguro como, pues no se con exactitud qué tipo de ser eres, pero hace un par de noches debió de pasarte algo extraño que cambió tu vida por completo y desde ese día no han parado de pasarte cosas inexplicables, ¿no es así? Si me equivoco dímelo- en ese momento la imagen de la estrella cayendo hacia mí me vino a la cabeza.- Veo que sabes de lo que te hablo, al parecer no eres tan estúpida como pensaba al principio- iba a contestarle con alguna respuesta inteligente pero me contuve-. Pues bien, ese suceso te arrebató toda la humanidad que había en tu interior, no pongas esa cara no es tan malo, y te convirtió en algún tipo de inmortal que invoca extrañas bestias incorpóreas , que no posee sombra alguna y puede que algún otro poder que no tardará en salir a la luz. Para tú desgracia, y no me preguntes por qué razón, pues no sé, tienes muchos y muy poderosos enemigos. Aunque, por lo que veo, también muy influentes aliados como para pedirme velar por tu seguridad.

Me quedé pensativa, esta explicación, aún siendo muy peculiar, podía explicar muchas cosas que me habían pasado durante esos últimos días. Por raro que os parezca me lo creí, al fin y al cabo, las pruebas estaban de su parte y quería demasiado a mi vida como para rechazar una ayuda por no creer lo que me decía. Si lo que me contaba era cierto, mi vida corría peligro y sin su ayuda las probabilidades de salir con vida de este embrollo eran escasas, por no decir nulas. Así que, lo único que tenía era confiar en él, cosa que se me hacía difícil por su carácter osco.

Lo único que necesitaba saber antes que nada era…

- ¿Eres Arioch, el demonio vengador que aparece en el Grimorium Verum? –le pregunté.

- Parece ser que la muchachita sabe leer- sonrió mostrando todos sus dientes. Hizo una burlona reverencia mientras proseguía- Si, soy Arioch, el león feroz, el demonio de la venganza, caballero de espadas, antaño uno de los tres dioses del Caos y, al parecer, ahora el escudo que te protegerá.

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